LAS SOLANÁCEAS

LAS SOLANÁCEAS

Son centro de debate en todas mis charlas, talleres y clases.  La gente se pregunta, casi con gesto ofendido y con el rostro ligeramente desencajado, por qué en macrobiótica no apoyamos el uso de las solanáceas. Para explicarlo voy a echar mano de lo que Anne Marie Colbin nos dice al respecto en su libro «El Poder Curativo de los Alimentos«.

«La familia de la dulcámara o solanáceas comprende unos 92 géneros con más de 2000 especies. Entre sus miembros se encuentran muchas plantas estimulantes, venenosas y medicinales como el tabaco, el beleño negro, la mandrágora y la belladona; plantas ornamentales como las petunias  otras, y algunos de nuestros alimentos más universalmente usados: las patatas, tomates, berenjenas y pimientos de todas las clases (verdes, rojos, guindilla o chile, pimentón o paprika, cayena, dulces, picantes, etc) a excepción de las pimientas blanca y negra.

Las patatas, los tomates y los pimientos fueron alimentos usados por los incas, desconocidos en Europa hasta que fueron llevados por los españoles en el siglo XVI. Al parecer, las patatas eran mucho más pequeñas que ahora en esa época, su tamaño variaba entre el de un cacahuete y el de una ciruela pasa. Debido a la facilidad de su cultivo, la patata se convirtió finalmente en un importante alimento feculento, sobre todo en el norte de Europa, reemplazando a los más tradicionales, la cebada  la avena. Los tomates se usaron al principio como plantas ornamentales. Se había descubierto que las hojas y ramas eran venenosas y pensaron que el fruto sería igualmente insalubre. Más tarde comenzaron a usarse en sopas y salsas, en el sur de Europa. El cultivo de la berenjena en el Viejo Mundo bien puede remontarse a unos 5000 años atrás. En Grecia y Oriente Medio, fue durante siglos alimento principal en las comidas.

Las solanáceas son ricas en alcaloides, sustancias químicas resultantes del metabolismo de la planta que tienen fuertes efectos fisiológicos. Los alcaloides comparten con las proteínas un elevado contenido de hidrógeno, pero en realidad son «proteínas desnaturalizadas», la otra cara de la moneda. Es decir, en lugar de ser constructoras de los tejidos, son estimulantes, alucinógenos, remedios y venenos. La presencia de hidrógeno las hace también alcalinas, por lo tanto, neutralizan la acidez. Entre los alcaloides mejor conocidos se encuentran la cafeína (en el café), la teobromina (en el chocolate), el opio, la morfina, la heroína, la estricnina, la quinina. En las solanáceas, la nicotina, la atropina, la belladona y la escopolamina.

Los alcaloides se encuentran en todas las partes de las solanáceas alimenticias. En algunas, los frutos maduros sólo contiene ligeras trazas, como en las berenjenas. los pimientos y tomates. La patata contiene el alcaloide solanina, sobre todo en la parte interior y bajo la piel. Las condiciones de almacenamiento con luz y calor podrían, con el tiempo, aumentar este contenido hasta grados tóxicos. Se sabe de patatas viejas almacenadas de manera no adecuada que han causado inflamaciones gastrointestinales, náuseas, diarrea, mareo y otros síntomas, algunos tan graves que han necesitado hospitalización (37).

El ganado que pasta con la solanácea Solanum malacoxylon enferma y se deforma por exceso de vitamina C, que causa un aumento de calcio y fosfato en la sangre, trastorno que lleva a la calcificación de la aorta, de los riñones, pulmones y de la nuca (38). Tal vez sea oportuno señalar aquí que la calcificación de los tejidos blando, es decir, el depósito de calcio (materia ósea) en lugares no apropiados para el cuerpo, es el síntoma físico prosiblemente más predominante den las culturas industriales modernas. Hans Selve lo ha llamado el «síndrome calcifiláctico». Interviene en la artritis, la artritis reumatoide, la arteriosclerosis, la insuficiencia coronaria, la esclerosis cerebral (senilidad), los cálculos renales, la bronquitis crónica, la osteoporosis, el lupus eritematoso, la hipertensión, en incluso en ciertas formas de cáncer (39).

Los alimentos solanáceos podrían extraer sutilmente el calcio de los huesos y depositarlo en las articulaciones, riñones, arterias y otras zonas del cuerpo en donde no ha de estar (40). Esto podríamos explicarlo por medio de la teoría de los contrarios, en este caso de la ácido y lo alcalino. En una dieta a base de carne  productos lácteos, la proteína de la carne (acidificante) ha de ser alcalinizada por los minerales. Los alcaloides presentes en las patatas y los tomates podrían colaborar en retener el alcalinizante calcio de los productos lácteos en solución, o extraerlo de la sangre y de los huesos. Si el proceso se dispara y se libera demasiado calcio, el exceso podría redepositarse en los tejidos blandos en forma de espolones (excreciones óseas), placas, cálculos u otras calcificaciones. Se ha descubierto que la vitamina D3 presente en las solanáceas Solanum contribuye a la calcificación de los tejidos corporales. Este proceso entonces puede intensificarse con la adición de vitamina D a los alimentos, como se hace con la leche y sus derivados, los cereales para el desayuno y la margarina enriquecidos.

Un investigador ha aconsejado a las personas artríticas que sigan una dieta sin solanáceas, y que eviten no sólo los propios productos sino también los procesados que tengan el más mínimo rastro de harinas de patatas, pimentón, cayena, tabasco, pimentones picantes, y cualquier otro condimento que los contenga. También se desaconseja el consumo de alimentos con vitamina D añadida, ya que normalmente el sol nos proporciona la cantidad suficiente de esta vitamina. Las personas que han seguido estas sugerencias han dado cuenta de buenos resultados: remisiones de dolores artrítico, de artritis reumatoide, osteoartritis, bursitis, codo de tenista, gota, dolor de la parte baja de la espalda, dolores de cabeza, presión arterial alta, y un sinfín de otros trastornos relacionados (41).

Yo personalmente he conocido un buen número de casos en que los dolores articulares han desaparecido totalmente después de varios meses de seguir una estricta dieta sin solanáceas y sin fumar (el tabaco también es una solanácea). Ha habido otros casos en que después de una comida con abundantes pimientos dulces o condimentada con pimientos picantes, se han producido dolores musculares y calambres (que se atribuyen a la falta de calcio).

Es interesante señalar aquí que hace más de treinta años, mucho antes de que las solanáceas cayeran bajo cualquier tipo de sospecha, el régimen macrobiótico propuesto por George Ohsawa recomendaba una abstención total de estos alimentos, por considerarlos demasiado expansivo: crecen con rapidez, son ricos en potasio y agua y son fuertes de sabor en algunos casos. Esta abstención de solanáceas en el régimen macrobiótica va pareja con la abstención de carne y productos lácteos. Tal vez el evitar estos productos mientras al mismo tiempo se aumenta el consumo de verduras frescas, cereales y legumbres podría contribuir a calmar el metabolismo alterado del calcio, y podría explicar el evidente éxito obtenido por la macrobiótica en restablecer la flexibilidad de las articulaciones y en reducir o hacer desaparecer los espolones, placas y cálculos. Se sabe que una de las solanáceas, el tabaco, está comprometido en la causa del cáncer. Queda aún otro interrogante por considerar: las patatas y los tomates se reproducen fácilmente, crecen rápido y con facilidad…, ¿podría haber una conexión entre ellos y los cánceres de evolución rápida, por rebuscado que esto pueda parecer?

Dejando a un lado las recomendaciones macrobióticas, sí parece existir una relación entre el extendido consumo de patatas y tomates y el elevado consumo de leche y sus derivados. Suelen ir casi irrevocablemente juntos: salsa de tomate con queso, patatas con crema. ¿Qué es primero, los productos lácteos o las solanáceas? Si las solanáceas afectan el metabolismo del calcio, entonces se necesitarían los productos lácteos para proporcionarnos calcio extra. O, a la inversa, el excesivo consumo de calcio con los productos lácteos crearían una necesidad de alimentos como los tomates para disolver esa acumulación. Para mantener el equilibrio, entonces, ¿son los tomates lo que necesitan el queso, o es el queso el que necesita los tomates? La respuesta es sí a ambas preguntas. Le resultará más fácil dejar las solanáceas «y» los productos lácteos que dejar sólo uno «o» el otro. Una dieta sin productos lácteos que sí incluye solanáceas en cantidad apreciable, podría tener como consecuencia una pérdida de calcio, como le ocurrió a una alumna mía a la que le diagnosticaron clínicamente este trastorno. Cuando eliminó las solanáceas de su dieta, la pérdida de calcio echó marcha atrás».

Referencias bibliográficas:

  • (37) Norman F. Childers, Childer´s Diet to Stop Arthritis: The Nightshades and Ill Health.
  • (38) George K. Davis, «Effecto of a Nightshade on Livestock», en Childers.
  • (39) J. Yogamundi Moon, A Macrobiotic Explanation of Pathological Calcification, pp.3-5. Véase también Hans Selye, Calciphilaxis.
  • (40) Childers, p.92.
  • (41) Ibíd., p. 1.